Vivíamos en una ignorante felicidad
sin sospechar tan siquiera
lo que nos esperaba al cruzar la esquina.
Sabíamos que ocurriría, pero...
¿Ahora?
¿Justo ahora?
¿Por qué tan pronto?
No hubo una despedida.
Llegó el momento,
apretó su mano con tanta fuerza
como su debilidad podía...
Cerró sus ojos,
abrió su alma
y descansó.
Feliz marchó sin dolor.
Ya había sufrido bastante
Decidió irse y, simplemente,
la dejamos marchar.
Aquí el tiempo nunca será suficiente
e imaginaré cada día cómo sería
si estuvieras presente.
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